La Batalla Olvidada (De Slag om de Schelde) (2020): cine bélico de altura desde una mirada holandesa

En el vasto repertorio de películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de títulos tienden a orbitar en torno a los escenarios ya convertidos en mitos cinematográficos: Normandía, Stalingrado, Pearl Harbor o el frente del Pacífico. Sin embargo, el conflicto fue una guerra global, con múltiples frentes y operaciones decisivas que el cine apenas ha explorado. Una de ellas fue la Batalla del estuario del Escalda, acontecida en el otoño de 1944, fundamental para asegurar la apertura del puerto de Amberes y, con ello, el avance aliado hacia el corazón del Tercer Reich. Es justamente en este episodio —tan crucial como olvidado— donde se sitúa La batalla olvidada (De Slag om de Schelde, 2020), dirigida por el neerlandés Matthijs van Heijningen Jr., una obra que merece ser reconocida como uno de los mejores ejercicios del cine bélico europeo reciente.

El redescubrimiento de una historia eclipsada

A diferencia de lo que sucede con otros episodios icónicos del conflicto, la campaña del Escalda rara vez aparece en manuales de historia popular y mucho menos en el cine. Fue una operación sangrienta, librada entre marismas, diques y pueblos costeros, donde la resistencia civil se entrelazaba con la brutalidad militar. En este terreno inhóspito se desarrolló una lucha decisiva para el abastecimiento de los ejércitos aliados, con la participación de tropas canadienses, británicas y polacas. Heijningen Jr. y su equipo decidieron, con valentía, rescatar este capítulo ignorado, no para glorificarlo, sino para explorar su complejidad humana. El guion articula tres miradas diferentes que confluyen en un mismo espacio-tiempo: la de la población civil holandesa atrapada entre colaboración y resistencia; la de un joven soldado alemán desilusionado con el régimen al que sirve; y la de un inexperto piloto británico lanzado a su primera misión real. Este triple prisma convierte a la película en un relato coral, donde no existen héroes arquetípicos ni villanos unidimensionales, sino seres humanos enfrentados a dilemas imposibles.

La humanización de la guerra

Uno de los grandes méritos de La batalla olvidada reside en su negativa a reducir la guerra a un espectáculo pirotécnico. Aunque contiene secuencias bélicas notables —tanto combates terrestres como espectaculares escenas aéreas rodadas con una crudeza y realismo admirables—, su verdadero valor reside en la construcción de personajes.

La historia de Teuntje, la joven hija de un médico colaboracionista, refleja las tensiones de la vida civil bajo ocupación: colaborar con los alemanes no siempre era una cuestión de ideología, sino muchas veces de mera supervivencia. Su hermano, en cambio, opta por integrarse en la resistencia, con el riesgo que ello conlleva. A través de ellos, el film plantea un dilema universal: ¿hasta qué punto es lícito juzgar a quienes, en un contexto de terror, toman decisiones que desde la comodidad de nuestro presente parecen reprobables?

El segundo eje narrativo es el del soldado alemán Marinus van Staveren (interpretado con sobriedad por Gijs Blom), herido y enviado a tareas burocráticas en la región. Lejos de ser un retrato maniqueo, su personaje encarna el desengaño de una juventud que, tras la maquinaria propagandística del nazismo, descubre la futilidad y el sinsentido de la guerra.

Finalmente, el tercer hilo es el del joven piloto aliado, un muchacho británico que encarna la incertidumbre y la vulnerabilidad de quienes se enfrentaban a su bautismo de fuego en los cielos europeos. Su arco narrativo introduce al espectador en la fragilidad de la guerra aérea, donde la gloria heroica se desmorona ante la posibilidad constante de la muerte anónima.

Este mosaico de perspectivas refuerza la dimensión trágica del conflicto: más allá de las banderas, son las vidas individuales las que se desgarran.

Estética y puesta en escena: entre lo íntimo y lo épico

Visualmente, _La batalla olvidada_ se inscribe en la mejor tradición del cine bélico europeo contemporáneo, pero con un sello propio. Su director de fotografía opta por una paleta de colores fríos, apagados, que transmiten la humedad y el barro de Zelanda, con un tratamiento de la luz naturalista que refuerza la sensación de veracidad. El realismo no es un mero recurso estético, sino un vehículo narrativo: la cámara se adentra en trincheras, casas derruidas y despachos militares con idéntico rigor, subrayando que la guerra se libra tanto en el frente como en los pasillos del poder. En este sentido, la película se sitúa en la misma línea de rigor visual que obras como Salvar al soldado Ryan o Hermanos de sangre, pero sin caer en el exceso ni en el sentimentalismo.

La dirección de Heijningen Jr. merece destacarse por su capacidad para manejar el ritmo: lejos de la precipitación, el relato avanza con una cadencia pausada, dando espacio a la reflexión, pero sin perder la tensión dramática. El clímax llega de manera natural, resultado del progresivo entrecruzamiento de los destinos de los protagonistas.

Comparaciones inevitables

Resulta casi inevitable comparar La batalla olvidada con otros filmes recientes sobre la Segunda Guerra Mundial. En particular, con Dunkerque (2017) de Christopher Nolan. Mientras que la superproducción británica privilegia la experimentación formal y una narrativa fragmentada que prioriza la tensión atmosférica sobre el desarrollo de personajes, la película holandesa apuesta por lo contrario: un relato lineal, centrado en los dilemas humanos, con personajes cuya evolución resulta esencial para comprender la tragedia.Donde Nolan crea una experiencia inmersiva, pero en ocasiones emocionalmente distante, Heijningen Jr. construye un drama humano que interpela al espectador. Esa diferencia es fundamental para explicar por qué La batalla olvidada, sin disponer del presupuesto colosal de Hollywood, consigue una resonancia más íntima y, a la vez, universal.

El valor de lo “olvidado”

El título de la película no es casual. Habla de una batalla olvidada, sí, pero también de la memoria selectiva con la que solemos mirar al pasado. En la construcción de relatos históricos —y, por ende, cinematográficos— hay episodios que se convierten en iconos y otros que permanecen en la penumbra. Este film holandés actúa como un acto de reparación simbólica, recuperando una página de la historia europea que merece ser recordada. Además, la película subraya la importancia de narrar la guerra desde múltiples perspectivas nacionales. Durante décadas, el cine bélico estuvo dominado por visiones estadounidenses o británicas. En los últimos años, sin embargo, hemos asistido a un saludable giro hacia relatos que emergen de cinematografías menos hegemónicas: el cine ruso, alemán, polaco o, en este caso, neerlandés, aporta nuevas sensibilidades y miradas.

Un film imprescindible

La batalla olvidada es, en definitiva, un film imprescindible no solo para los aficionados al cine bélico, sino para todo espectador interesado en el poder del cine como herramienta de memoria. Su éxito radica en combinar la espectacularidad de las escenas bélicas con un tratamiento profundo de los personajes, evitando la tentación de la épica fácil para adentrarse en lo humano. En tiempos donde el cine de guerra corre el riesgo de convertirse en mero espectáculo visual, esta película recuerda que la verdadera fuerza del género reside en su capacidad para confrontarnos con las complejidades morales, emocionales y políticas de la guerra. La obra de Matthijs van Heijningen Jr. no solo reivindica un episodio histórico marginado, sino que nos interpela sobre la fragilidad de nuestras convicciones cuando la supervivencia está en juego. Al terminar la proyección, no quedan imágenes de héroes triunfantes, sino preguntas incómodas y un poso de reflexión. Y eso, en un género tantas veces saturado de clichés, es un logro que merece celebrarse.

Dejo por aquí el trailer:



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