A Ciegas (Bird Box) (2018): mantiene el miedo pero no convence

A ciegas (2018), conocida internacionalmente como Bird Box, es una película dirigida por la cineasta danesa Susanne Bier y producida por Netflix. Estrenada directamente en la plataforma, se convirtió en uno de los primeros grandes fenómenos del “cine en streaming”, demostrando que las producciones destinadas a la pequeña pantalla podían tener una repercusión similar a la de los estrenos en salas.

La cinta adapta la novela homónima de Josh Malerman (2014), un relato de terror psicológico y supervivencia en un mundo postapocalíptico. El argumento parte de una premisa inquietante: la humanidad se enfrenta a misteriosas criaturas que, al ser vistas, provocan una locura incontrolable que empuja al suicidio. Para sobrevivir, los pocos que quedan deben aprender a moverse con los ojos vendados, dependiendo del oído, la intuición y, en muchos casos, de la suerte.

La protagonista es Malorie (Sandra Bullock), una mujer fuerte pero emocionalmente distante que debe proteger a dos niños —su hijo biológico y una niña que adopta en medio del caos—. El viaje central de la historia consiste en descender un río durante 48 horas a ciegas, guiados solo por la corriente, en busca de un supuesto refugio seguro que han escuchado por radio. La narración alterna entre este angustiante presente y los flashbacks que muestran el inicio del colapso, cinco años antes, cuando el mundo tal como lo conocían empezó a desmoronarse.

El planteamiento recuerda inevitablemente a otras películas de “amenaza invisible”, como El incidente (M. Night Shyamalan, 2008) o Un lugar tranquilo (John Krasinski, 2018). Sin embargo, mientras estas juegan con la vista o el sonido como ejes del miedo, Bird Box explora la idea de lo que significa vivir sin poder mirar, de la vulnerabilidad humana cuando el sentido más dominante queda inutilizado.

Si bien la propuesta es original y cuenta con una potente atmósfera de suspense, no está exenta de críticas. El guion no profundiza demasiado en los personajes secundarios —pese a un reparto interesante con Trevante Rhodes, John Malkovich, Sarah Paulson y Danielle Macdonald—, lo que reduce el impacto emocional de sus muertes o decisiones. Además, algunas escenas rozan lo inverosímil: desde conducir con los cristales tapados confiando solo en el GPS, hasta la travesía fluvial sin visión, que exige una gran suspensión de la incredulidad.

A pesar de ello, la película brilla en ciertos aspectos. La fotografía resalta los contrastes entre la calma aparente de la naturaleza y la amenaza latente, mientras que la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross contribuye a reforzar la tensión y el desasosiego. Sandra Bullock, por su parte, sostiene la película con una interpretación intensa, capaz de transmitir tanto frialdad como vulnerabilidad.

El final, optimista en exceso para algunos espectadores, resta parte del tono sombrío que venía construyéndose. Aun así, Bird Box supo conectar con el público: en su primera semana fue vista por más de 45 millones de cuentas en Netflix. No es una obra redonda, pero sí una propuesta intrigante dentro del cine de terror contemporáneo, que logró abrir camino para que otras producciones de género encontraran un espacio destacado en las plataformas de streaming.

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