Cielo de Medianoche (The Midnight Sky) (2020): Proceso de redención que no convence
La trama se sitúa en el año 2049, cuando un cataclismo ambiental ha vuelto inhabitable la Tierra. Augustine Lofthouse (Clooney), un astrónomo enfermo y en estado terminal, permanece en una base científica del Ártico mientras sus compañeros abandonan el lugar para pasar sus últimos días con sus familias. Solo, y marcado por el arrepentimiento, descubre que una nave espacial —la Aether K-23— regresa de una misión de exploración en un satélite de Júpiter potencialmente habitable. Los astronautas ignoran que la Tierra es ya un páramo tóxico y Augustine asume la misión de advertirles, aunque su delicada salud y la hostilidad del entorno lo convierten en una carrera contrarreloj.
La película alterna esta odisea ártica con el viaje espacial de la tripulación de la Aether, en el que Clooney ofrece algunas de sus mejores secuencias como director: una puesta en escena elegante, con el impecable trabajo de fotografía de Martin Ruhe y un despliegue visual que recuerda a Gravity (no casualmente, Clooney ya había orbitado con Alfonso Cuarón en 2013). Sin embargo, la narrativa se resiente con flashbacks poco convincentes —incluido un joven Augustine que carece de fuerza dramática— y un giro que desvela que la niña que acompaña al protagonista es en realidad una proyección de su propia hija en la infancia. El recurso, lejos de conmover, acaba rozando la trampa narrativa.
Lo más interesante de Cielo de medianoche es su voluntad de unir lo cósmico con lo íntimo: una historia sobre la soledad, la redención y el legado paterno en un planeta condenado. No obstante, Clooney intenta abarcar demasiado: crítica ecológica, reflexión existencial, romance perdido, ciencia ficción dura y melodrama familiar. El resultado es irregular, con un desenlace excesivamente complaciente que resta fuerza a la propuesta. Aun así, la partitura de Alexandre Desplat aporta emoción contenida, y Clooney confirma que, incluso con altibajos, es un director con personalidad y sensibilidad visual. El problema no es tanto su talento, sino haber querido reunir en una sola película demasiados mundos en colisión.
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